DesvelHada con el «Mindfullnes» nocturno

Un texto para aquellos que somos amigos del insomnio

Apago las luces de toda la casa, cubro los foquitos de las teles, despertadores o ventiladores que me acompañan en el cuarto, evito cualquier ruido, música para dormir o incluso los ronquidos de mi esposo. 

Me acuesto, y tomo mi cobija, trofeo de muchos años de pelear por ¿Quién se robaba la cobija en las noches? (no se preocupen al final decidimos dormir con dos cobijas y muchos abrazos), una almohada mediana entre mis piernas, una almohada gorda para abrazar y una delgada para mi cabeza, respiro profundo y entonces mi cabeza inicia el rewind del día, cuando tengo suerte, que no es muy seguido,  vuelvo de mi mente a las sensaciones de mi cuerpo, y concilio el sueño.  

Cuando no la tengo, inicia lo que yo llamo “la noche del estrés” y mientras reviso mi día en mi mente, encuentro las cosas que pude haber hecho diferente y como las puedo solucionar, las anoto en una libreta invisible que igual olvidaré la mañana siguiente pero que va tomando forma con un “Olvidaste avisarle a tal…”, “Le hubieras dicho que tal…”, “Si pagamos la tarjeta…”, y “Si no pagamos la tarjeta…” entre muchas temáticas más. 

  • Es entonces que empieza la deliberación entre mis Yo’s internos, porque soy fiel creyente que en mi cuerpo existe más de un alma, y muchas veces se deschongan la una a la otra para decidir mi destino… Ahora vamos conociéndolas.
  • Está la preocupona, que recordándome la vez que quede con cara de estúpida en tercero de secundaría, aleja el sopor de la noche y me lleva al reino de los sueños. 
  • Existe la psicóloga, que me recuerda que no todo en la vida es deber y es posible dejar cosas pendientes sin que se arruine tu vida.
  • A veces viene la centennial que recuerda todos los tips que vio en tiktok para conciliar el sueño.

Y estoy yo, que las albergó a todas y las amo… pues me han traído hasta este día, anticipando cosas que podrían salir mal, respirando cuando hay cosas que tienen que salir mal y con una gran ensalada green godess que rompió el tiktok hace unos años. Muchas veces las puedo controlar, tomo notas para eso de la precaución, respiro cuatro adentro y seis afuera para aquello del desapego y me recargo en cualquier tip de dormir que vi aquella semana en tiktok. 

Sin embargo, aún hay noches que no es suficiente… mi mente es mucho más enérgica que mi cuerpo y termina levantándome de la cama desesperada porque ahí, entre tanta almohada no puede solucionar nada, aunque no se da cuenta de que un martes a las dos de la mañana, ni aún levantada podré solucionar nada.

Entonces empiezo a pensar ¿Que me tiene despierta? Según  el ejercicio que me dio mi psicologo alguna vez que le platiqué de mis problemas de sueño… y me imagino a mi misma cuando tenía cuatro años, como un trompo en calzones y despeinada, con mucho sueño pero sin la capacidad de dormir, con un episodio de insomnio como Gabriel García Marquez describió en 100 años de soledad, en el que estás tan cansado que no haces nada bien, no escribes bien, no hablas bien, ni siquiera  (tan irónico que pueda sonar) duermes bien.

Entonces trato de hacer lo que hacía mi mamá cuando era pequeña y me atrapaba con una sábana y me decía “Mi niña, tienes mucho sueño ¿Por que no te puedes dormir?”. A veces solo necesitaba ese abrazo para irme con morfeo, pero a veces contestaba “No sé, solo no puedo dejar de pensar”, en ese entonces mi mamá se levantaba apresurada y hablando con un tono fantasmagórico me decía “es momento de la magia”.

Caminábamos a la cocina y ella, muy concentrada en la alacena, vertía cosas en un vaso… lo batía con una varita de vidrio, que ahora sé que era para los cócteles, pero entonces me imaginaba que tenía propiedades mágicas, me decía te “Lo tomas de un jalón, corres a tu cama y conjuras Yo mando en mi mente y sí puedo dormir” y así como Arturo con Merlín, yo seguía las instrucciones y siempre quedaba rendida ante la magia de mi madre y su alacena. 

Cuando crecí, ella sin saberlo me quitó ese gran superpoder, un día de esos en los que estás con tu familia confesando a carcajadas travesuras y verdades a medias que te habrían costado un buen regaño, entre risas me dijo “Mensa, lo único que te daba era agua y palabras que repetir” y yo como quien se entera tarde que Santa Claus no existe, hice ademanes de que era obvio y ya lo sabía. 

Lo que ella no sabía es que aunque ya no me daba magia en vaso, yo creía que el conjuro “Yo mando en mi mente y sí puedo dormir” era lo que realmente me habría las puertas del reino de los sueños. Hoy, sigo usando el conjuro y a veces funciona… pero muchas otras ya no es suficiente, fue por eso que creé el diario de los estreses.

En algún lugar leí que sobrepensar le pasa a la gente por que durante el día no tiene tiempo para pensar en todo lo que pasa, así que mi pensamiento más lógico fue: los martes a las dos de la mañana es el horario perfecto para pensar en todo aquello que no tuviste tiempo de pensar antes. 

Así que me levanto y tomo una libreta que un día alguien me regalo con una frase “Veo que escribes muy lindo, ojalá puedas escribir algo hermoso aquí”. Poco se imaginaba que sería la libreta destinada al desahogo de mis estreses y así pasó las páginas releyendo lo que me preocupó el…

10 de mayo del 2024 

Creo que a mi mamá no le gustó el pastel que le regalé del día de las madres… a la próxima le llevo dos. 

25 de Junio del 2024

En 6 días tengo que pagar la tarjeta y me faltan 5,000 pesos. Creo que si vendo un proyecto en dos días, me dan el anticipo en cuatro y ya lo logré. 

No hay que perder de vista que se presenta el problema y así mismo la solución. Entonces tras vaciar mi cabeza con problemas regulares y soluciones cuestionables, concilio a mi alma preocupona con la Zentennial, y le explico a la yo psicóloga que hoy no pude hacerle caso y mañana lo intentaremos nuevamente. 

Apago todas las luces, tomo mi cobija, una almohada entre las piernas, una gorda para abrazar y una delgada para mi cabeza y empiezo a pensar “Yo mando en mi mente y sí puedo dormir.” Y entonces viene morfeo y me lleva entre sus brazos, a veces tan fuerte que se me sale la baba, a veces no tanto pero logro por fin roncar con mi esposo en una orquesta de vientos espectacular, o eso me gusta creer. 


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